Edward Hopper, Early Sunday Morning (1930)

PYMES y microempresas: el engañoso consenso tras el fomento al emprendimiento

en Debate

Sea la imagen del almacén o farmacia de la esquina que lucha por sobrevivir en batalla desigual contra las grandes cadenas, del joven profesional que se independizó para empezar su propio emprendimiento o de la pequeña empresa de origen familiar y local con años de trayectoria, existe un imaginario que levanta la figura del trabajador dueño de sí mismo, en constante pugna por reafirmar su individualidad frente a los grandes capitales que amenazan por destruirlos y absorberlos.

En este sentido, parece haber cierta unanimidad alrededor de la reivindicación de las Pymes como un elemento central en el desarrollo económico del país, a pesar de que mucha evidencia sugiere algo distinto. Parte de esa creencia involucra un imaginario de “emprendedores” –ya no empresarios–, personas que dirigen unidades económicas que van desde el cuentapropismo, pasando por la microempresa de un grupo familiar, hasta la pujante mediana empresa.[1]

A continuación evaluaremos algunos de los sentidos comunes alrededor de los cuales gira este discurso, intentando mostrar los equívocos políticos a los que conducen.

 

El Apoyo al Emprendimiento

La reciente campaña presidencial del 2017 fue una oportunidad en que diversos colectivos políticos levantaron posiciones en relación al desarrollo económico. En ese sentido, todas las candidaturas tuvieron posturas en las cuales trataban al emprendimiento y a las Pymes como si refirieran a lo mismo.

Desde la derecha esta fue una de sus principales banderas, iniciando así el programa de Piñera:

Nuestros emprendedores son vitales para el crecimiento del país y podrán contar no sólo con el dinamismo de la economía y un sistema tributario pro inversión, sino también con la modernización del Estado (…). Junto a ello, estarán nuestros esfuerzos por promover el desarrollo de la ciencia, la tecnología, la innovación, el emprendimiento y la competitividad, y una especial preocupación por fortalecer a nuestras pymes.[2]

De esta forma, el concepto de emprendimiento es constantemente mezclado con la categoría de Pyme, poniendo énfasis en las “trabas burocráticas” que les impiden surgir.[3]

Pero una concepción similar fue levantada desde la izquierda, como muestran las propuestas de descentralización de la economía chilena de Beatriz Sánchez. Buscando aumentar la participación de las Pymes, se proponía generar una mejor distribución del capital, desconcentrando las decisiones económicas en el marco de un modelo de crecimiento alternativo en el que se desarrollaran nuevas áreas productivas.[4] Su Programa de Muchos contenía una sección titulada “Fomento a las micro, pequeñas y medianas empresas (MIPYMES)”, con orientaciones como “Revalorizar emprendimientos MIPYMEs asociados a bienes públicos”, y proponiendo medidas tales como “Facilitar el acceso a créditos razonables por parte de las MIPYMEs”, y “llevar a cabo una drástica disminución de barreras de entrada y sanear las reglas de competencia, de manera de promover un acceso justo de MIPYMEs a mercados”.[5]

Es decir, al menos discursivamente la idea de Pyme y la del emprendedor van constantemente ligadas ocupando un mismo espacio: en las propuestas económicas de apoyo a empresas que necesitan de un empujón, porque actualmente se encontrarían en desventaja.

 

Cuentapropistas y Emprendedores

En las estadísticas la categoría de microemprendedor surge a partir de la Encuesta de Micro Emprendimiento (EME) realizada desde el 2013. “Debido a que no existe un consenso entre los especialistas en emprendimiento sobre una definición de quiénes son microemprendedores”, se indica en su informe metodológico, se opta por “definir como población objetivo a todos quienes se hayan clasificados en la Encuesta Nacional de Empleo (ENE) como “Trabajadores por Cuenta Propia” o “Empleadores dueños de una empresa con hasta 10 trabajadores (incluyendo al dueño)””.[6] De esta forma, se juntan dos categorías ya existentes. La primera –cuyas dificultades fueron examinadas en una anterior columna de CIPSTRA– es la del cuentapropista, que refiere a los trabajadores independientes que subsisten vendiendo los productos y servicios que producen haciendo uso de sus propias herramientas y medios. La segunda categoría corresponde al empleador de una microempresa de acuerdo a la Ley 20.416.

Según la EME del año 2017, existen 1.992.578 microemprendedores en el país, de los cuales el 83% son cuentapropistas y el restante 17% son empleadores. A su vez, según la ENE del mismo año, en estas unidades económicas hay 3.221.750 ocupados, entre emprendedores y empleados, lo que representa el 39,63% de los ocupados del país.

Pero, ¿qué características tienen estos microemprendedores?

A pesar de que se apropian directamente de la ganancia del capital que estando empleados iría a manos de sus jefes, el ingreso de los microemprendedores es en promedio menor que el de asalariados comunes y corrientes: en la última Encuesta Suplementaria de Ingresos (ESI, período octubre – diciembre 2016), el ingreso medio de un asalariado del sector privado era de 584.823 pesos; en comparación con esto, la EME del 2017 muestra que el 69,9% de los emprendedores reciben menos de 450.000 pesos, y el 48,8% está incluso bajo los 257.000 mensuales.

Tampoco parecen ofrecer una permanencia laboral y económica que les permitan “ser sus propios jefes”: un estudio en Chile sobre la estabilidad de las Pymes realizado el 2005 muestra que en 10 años, el 74% de las microempresas salieron del mercado (probablemente quebradas), mientras que lo mismo ocurre solo con el 38% de las grandes empresas. El pequeño emprendimiento que termina en gran empresa también resulta ser un mito: sumando a las micro, pequeñas y medianas empresas, menos del 1% terminan siendo grandes empresas.[7]

Los dos puntos anteriores se explican por la baja productividad del trabajo de los pequeños capitales, encontrándose sistemáticamente bajo el promedio en todas las ramas de la economía, tema tratado en detalle en una columna anterior de CIPSTRA. Esto quiere decir que en promedio el valor generado por un misma persona será menor trabajando en un microemprendimiento, que haciéndolo en una empresa de mayor envergadura.

Esto muestra que los microemprendedores están sujetos a las mismas lógicas bajo las cuales funcionan todos los capitales: el dinero invertido debe generar más dinero. Para esto no solo deben recuperar la inversión, pagar salarios y generar ganancia, sino que también deben invertir para crecer cada vez más, o desaparecer por la competencia. En este contexto, si un capital no logra financiar al menos sus costos, funciona a pérdida y eventualmente tendrá que salir del mercado.

Esta constante presión hace que los microemprendimientos deban pagar salarios reducidos, utilizar intensivamente máquinas o equipos más allá de su vida útil (con los peligros asociados a la integridad de quienes que los usan), o abaratar sus insumos hasta el límite de lo posible (con los consiguientes peligros para consumidores y consumidoras). En cualquiera de estos casos, su propia posición como pequeños capitales los lleva a reproducirse a costa de fagocitar sus propios componentes, humanos o materiales. Sin embargo –y tal como muestran las cifras de permanencia en el mercado–, esto tampoco logrará extender su existencia por mucho tiempo.

 

El “Emprendedor” como una figura ideológica

Ahora que el trabajador independiente es un microemprendedor, y las Pymes son también emprendimientos, se podría hablar de una continuidad cuentapropista – microempresa – Pyme, encadenada a la figura del emprendedor. Desde este concepto se plantea una temática específica dentro de los programas políticos partidarios, entendiendo que toda esta cadena representa un problema común.

El emprendedor resulta engañoso, en primer lugar, porque mezcla en un mismo grupo a cuentapropistas, microempresas junto a pequeñas y medianas empresas, cuya envergadura y lógicas son diferentes. Además, la figura soslaya que gran parte de los “emprendimientos” terminan precarizando a sus trabajadores/as y muchas veces también a sus propios dueños para poder subsistir.

Entonces, ¿por qué esta figura resulta tan atractiva? Una respuesta tentativa surge al observar la importante cantidad de la población que emplean. Pero, igualmente, el ideal del emprendimiento permite hacer caso omiso a la forma bajo la cual opera la acumulación de capital en el país, ofreciendo en cambio respuestas simples y cómodas al problema, tales como culpar a “la falta de competencia”, quejarse de las “infinitas trabas burocráticas”, acusar que la raíz de su carencia está en la “falta de democracia económica”, etc. En la práctica, esto ha permitido invocar sus problemas e impotencias para trabar reformas que involucran costos al capital, tal como por ejemplo ocurrió en la discusión de la reforma tributaria.

En contra de estas salidas, urge recalcar la necesidad de que las Pymes y la lógica del emprendimiento como motor del desarrollo se problematicen seriamente desde la izquierda. Más allá de las razones por las cuales se crea que las Pymes tienen alguna fuerza estratégica, deberán ser las condiciones objetivas bajo las cuales éstas funcionan las que permitirán comprender sus potencias, para finalmente determinar si su apoyo y fomento podrá llevar a mejoras en las condiciones de vida de la clase trabajadora.

NOTAS

[1] Para indicarlo con más detalle: según la Ley 20.416, las empresas con entre 1 y 9 trabajadores es una microempresa, entre 10 y 49 trabajadores son pequeñas, entre 50 y 200 trabajadores son medianas, y las de más de 200 trabajadores son grandes.

[2] Programa Sebastián Piñera. p. 15. El subrayado es nuestro.

[3] Las perspectivas “meritocráticas” de Felipe Kast también reafirmaban esto, incluso dedicando un sitio especial para este tema: http://emprendimiento.felipekast2018.cl/.

[4] “Hoja de Ruta: Programa Beatriz Sánchez a las primarias del Frente Amplio”. 2017. Punto 3.2.2. p. 39-41. Disponible en: https://www.servel.cl/wp-content/uploads/2017/05/programa_BEA_030517.pdf

[5] “Programa para Muchos”. p. 107-108. Disponible en: https://www.frente-amplio.cl/sites/default/files/documentos/programa-beatriz_sanchez.pdf

[6] Instituto Nacional de Estadísticas. Informe Metodológico – Diseño Muestral EME V (2017). p. 3

[7] Los datos provienen de: Benavente, José Miguel et al. “La Dinámica Industrial y el Financiamiento de las Pyme”. El Trimestre Económico, Vol. 72, No. 286(2) (Abril-Junio de 2005), pp. 217-254. Fondo de Cultura Económica. p. 33.

Autor/a

Abogado, Miembro del Centro de Investigación Político Social del Trabajo, CIPSTRA (www.cipstra.cl)

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