Conocida es la historia de Luis Lopez Recabarren, el niño que logró aparecer en la foto de Colo Colo en la final, contra Olimpia, de la Copa Libertadores en 1991. Colo Colo terminaría ganando y coronándose como el único campeón chileno de Copa Libertadores, y el pequeño Luis ha sido inmortalizado con cariño en los recuerdos del club. Conocido es también que Luis creció en un ambiente de delincuencia y droga. Terminó falleciendo a los 24 años en el Hospital Penitenciario, de leucemia, mientras cumplía una condena por robo con intimidación.
En los reportajes que se habla del tema siempre se cita a Sergio Livingstone, denunciando la invasión de cancha en plena transmisión “Hay un chico que está dentro de la cancha con una bandera colgando. Es muy pequeñito, pero esas cosas no deben pasar. Se descuelgan por la reja y es la única persona extraña al acontecimiento”.
El 10 de abril de 2025, se suspende un partido por Copa Libertadores entre Colo Colo y Fortaleza de Brasil, debido a que, en un contexto mucho menos alegre que el de 1991, un grupo de adolescentes rompe una de las barreras para entrar a la cancha. A ese punto del partido ya había un ambiente enrarecido por la noticia de que, previo al encuentro, dos hinchas habían sido asesinados por un carro lanzagases de la policía. La banda de la barra se retiraba en absoluto silencio en mitad del segundo tiempo, y se sentía el olor a lacrimógena en el exterior del estadio.
Se especuló que en realidad era un gesto para detener el partido en señal de protesta, otros dijeron que sólo querían entrar a tomarse fotos con los jugadores, y otros varios no se demoraron en acusarlos de lumpen, narcotráfico, delincuencia, antisocial, cáncer. Se les apuntó con el dedo como “los violentos”.
¿Qué es lo violento? ¿Romper una mampara e invadir una cancha? ¿Saltar una reja para colarte al partido a ver a tu equipo?
Llenarse la boca hablando de seguridad y violencia sin hablar de las condiciones que lo determinan es hacer un análisis incompletísimo. Basta con escuchar sus historias, preguntar en sus poblaciones, recordar a Luis. Quienes acostumbran a tratar con violencia a su entorno generalmente son quienes están acostumbrados a recibir violencia también.
Son quienes viven en condiciones de pobreza, de posibilidades educacionales mínimas, de familias fracturadas por el consumo o el presidio, de padres ausentes, de casas de material liviano, de mala locomoción, de balaceras en la noche.
¿Qué respuesta espera el Estado entonces cuando exige a estas personas “comportarse”? ¿Qué ha hecho el Estado en las últimas décadas por los niños, niñas y adolescentes que viven en esta situación de vulneración? En gran medida la respuesta ha sido la estigmatización, el castigo, la represión.
Los sucesos que ocurren asociados al fútbol van de la mano con las dinámicas que tenemos como sociedad. Colo Colo es el equipo más popular del país, no sólo en número de simpatizantes, sino que es efectivamente una instancia transversal, algo no tan común respecto al resto de equipos. Su historia y fanaticada recorre distintos estratos socioeconómicos, ocupaciones y geografías, pero así también replica las relaciones del clasismo inherente en nuestra sociedad. Así como el ponerse una polera de fútbol en la calle ya es considerado flaiterío, aquellos que miran el partido en palco se sienten claramente distantes y extraños a aquellos que se meten a la galería a alentar en la barra.
Pero claro, esta condición de “equipo popular” es también conveniente, según el momento deportivo y el aprovechamiento del alcance que tiene la actividad de un equipo de fútbol asi de masivo. Porque qué lindo es cuando la barra mas brava, la de entradas baratas y gradas de cemento, se organiza para colgar un lienzo gigante, para llevar bandas, para tensionar la solemnidad de los campeonatos dándole “color y alegría” al evento deportivo. Una barra formada precisamente por esos niños y adolescentes en gran parte pobres.
¿Quién podría negar que el pequeño Luis, que se coló a la cancha y apareció en la foto del Colo Colo campeón, es recordado con cariño? ¿Alguien cuestiona lo ilegal o poco compuesto de su comportamiento? Pero ahora el mismo incidente (que incluye una mampara rota esta vez) es disminuido a la calidad de pecado capital, desorden público, incitación a la violencia, transgresión a la propiedad privada, y acompañado de todos los epítetos negativos que se pudiera imaginar.
El sujeto es el mismo, un niño o un adolescente, pobre, que vive en el día a día el ser marginado violentamente por parte del Estado y del discurso público.
Dentro de su frustración y profundo sufrimiento por lo sucedido, Carlos Caszely mencionó recientemente que “esto que se vio en el estadio, también se ve en las poblaciones. No es un problema solo del fútbol, es de la sociedad“, y no podría estar mas de acuerdo. No sólo hay que conversar de un enfoque de seguridad diametralmete distinto en el fútbol, tenemos que hablar de cómo este sistema en el que vivimos reproduce la violencia que presenciamos en el día a día. No puede ser que la primera reacción de las autoridades, de los medios e incluso de los hinchas sea hablar de lo horrible que fue la invasión de la cancha y de los millones de armas y de policías adicionales que se necesitan para estar “seguros”. Esa misma policía, reforzada durante años a costa de recursos estatales, se esmera en desobedecer su propio mandato, sus propios protocolos y juramentos, para gasear, mojar, lumear y atropellar hinchas del Colo.
Da lo mismo si son adolescentes, niños, da lo mismo, si total son pobres y se lo merecen por delincuentes, por narcotraficantes, por “desordenados”.
Lo justo no es solamente que se procesen a aquellos que resulten culpables, lo justo es también asegurar mediante todos los medios necesarios que el Estado deje de asesinar a su pueblo.
Se ve difícil en todo caso que este análisis y cuestionamiento sea asumido por parte de los círculos de poder, incluso de varios de los que se dicen progresistas, cuando son ellos los que han puesto históricamente el amarillismo, el éxito económico y la martirización del pueblo pobre como sus banderas de lucha.
Médico
Militante de izquierda
Hincha de Colo Colo