Unidad en abstracto o la unidad para cambiarlo todo: el desafío de los pueblos frente a la Convención Constitucional

en Columnas de opinión/Coyuntura

Con las más de 3000 candidaturas inscritas para disputar los 155 cupos que conformarán la Convención Constitucional, el riesgo de una dispersión de votos que termine favoreciendo a la derecha es evidente. Pero, ¿era posible un escenario distinto? No podemos olvidar que la posibilidad de cambiar la Constitución se abre con la revuelta de octubre, un proceso de movilización aun abierto que no sólo vino a profundizar una impugnación cada vez más generalizada hacia el régimen político y económico que rige en Chile hace más de 40 años, sino que también le vino a pasar la cuenta a quienes administraron cómodamente el legado de la dictadura. Así, se entiende que aquellos llamados desesperados a la “unidad” de parte de lo que va quedando de la ex Concertación no hicieran eco en las otras fuerzas de izquierda ni menos en el sector de independientes vinculados a los movimientos sociales.

Por otro lado, el Frente Amplio sigue viviendo su propia crisis, ya que a la fuga masiva de militantes y organizaciones decepcionadas tanto del rol conciliador que dicha fuerza jugó en el marco del “Acuerdo por la Paz” como también por su voltereta criminalizadora de la movilización social expresada en el apoyo a parte de la agenda represiva que el oficialismo impulsó en el parlamento, se suma la salida de su ala liberal, quienes asustados por el acercamiento al PC, decidieron buscar un lugar más cómodo al alero de la socialdemocracia de vieja guardia.

Finalmente, a la inestabilidad propia de un año electoral donde, de manera inédita, en la disputa presidencial la carta del PC lleva claramente una ventaja, se suma el hecho de que el ciclo de impugnación generalizado al régimen económico y político abierto con el estallido, ha sido protagonizado por una multiplicidad de actores cuyos anhelos claramente no están representados por ninguna fuerza política.

Independientes e independientes…

La Convención Constitucional abrió  la posibilidad de que cientos de personas que antes veían los procesos electorales como un campo de dominio exclusivo de los partidos políticos, sintieran que ingresar y verse directamente representades en dicho espacio era posible. No muchos días después del contundente triunfo del apruebo, los medios de comunicación y las redes sociales se veían repletas de personas que se presentaban como carta para la Convención, disponibles para correr como independientes con y sin pacto o en una lista de partido. Pareciera, si se pensara ingenuamente sobre este escenario, que al fin los pueblos nos hemos organizado y quienes han luchado durante años por cambios estructurales podrán, al fin, hacer carne ese proyecto.

Pero no, o al menos no por completo. 

En todos los distritos surge la pregunta sobre quiénes son esas múltiples voces que aparecen en los registros del SERVEL. En el caso de muchas de ellas, lo que se hace evidente es que no existe una idea común sobre qué significa ser independiente… ¿independiente de quién o de qué? De forma estricta se entiende como la independencia de los partidos políticos, cualquiera sea. Sin embargo, lo que ya sabíamos y que también hemos observado durante las últimas semanas, es que la ausencia de partidos no significa en ningún caso ser entonces representante de las luchas y demandas impulsadas hace décadas y potenciadas durante la revuelta iniciada en octubre del 2019. Por el contrario, muchas de las candidaturas independientes empujan un proyecto individual, buscando representarse a sí mismas y no al conjunto de los pueblos que habitan el territorio. Es así que diversas listas de independientes avanzan en nombre de la revuelta, como si fuera un abstracto y no un conjunto organizado -y a veces no tan organizado- de asambleas y organizaciones sociales que sostuvieron a pesar de las mutilaciones y asesinatos, la lucha en las calles, casas, plazas, ollas comunes o en el lugar de trabajo.

Por otro lado, desde la vereda de las candidaturas independientes vinculadas a los movimientos sociales, se hacen presentes proyectos de articulación que sin pretender llevar el nombre de alguien o algo, buscan sostenerse en conjunto para luchar contra la precarización de la vida, disputar los límites impuestos por los partidos en la Convención y afirmarse para continuar luchando y resistiendo en conjunto de aquí en más. Son esos proyectos de articulación de organizaciones sociales a nivel distrital y plurinacional, entre las que se encuentran las candidaturas impulsadas por la Coordinadora Feminista 8 de Marzo en los distritos 7 (Natalia Corrales),10 (Karina Nohales) y 12 (Alondra Carrillo) en donde se observan las primeras mayorías de patrocinios a nivel nacional, como también las candidaturas impulsadas por otros movimientos sociales, migrantes y mapuche como lo son la candiatura de Elisa Gustianovic en el distrito 28, Jessica Cayupi y Catalina Bosch en el distrito 10 o Aquiles Carrasco y Carolina Cáceres en el distrito 17, las que le comunican a los partidos del oficialismo y también a los de oposición, un tipo de articulación territorial de largo aliento y con foco en lo programático, entrando en la disputa constitucional con vocación de triunfo, para desbordar los límites de la Convención y para transformar la vida entera.

Estamos de acuerdo con que el escenario electoral de cara a la Convención será complejo, pero más allá de las recriminaciones por aquella “falta de unidad” planteada en abstracto, sin reconocer las condiciones que determinan dicha dispersión, debemos recordar que la mayor cuota de responsabilidad política frente a un eventual escenario donde la derecha logre bloquear transformaciones profundas al marco constitucional, sigue estando en las fuerzas que firmaron el “Acuerdo por la Paz”, en donde no solo aseguraron la mantención en el poder de un gobierno criminal, sino que a su vez, achicaron la cancha de lo posible, ajustándose a los límites impuestos por los sectores conservadores, desconociendo en ese momento la potencia destituyente y constituyente de los pueblos movilizados expresada en el estallido.

Por tanto, quienes efectivamente aspiramos a transformar las bases del modelo neoliberal, debemos buscar alternativas que nos permitan desbordar los márgenes de la Convención Constitucional, entendiendo por dicho desborde que la voluntad transformadora expresada por las millones de personas movilizadas en contra de la precariedad a la que nos ha sometido este modelo, irrumpa democráticamente a través de un proceso en donde los pueblos en su conjunto deliberen de manera directa y desde la base en torno a la nueva sociedad por construir, articulando la diversidad de sus demandas en un programa de transformación cuyos aspectos constitucionales sean recogidos por la Convención y se reflejen en el texto definitivo que se someta a plebiscito, pero superando a su vez los límites propios de un texto legal. Para ello, será fundamental que las y los constituyentes que tienen raíces en el movimiento social, no solamente ganen la elección este 11 de abril, sino que una vez dentro de la Convención, asuman el rol de vocerías colectivas de instancias democráticas de base que a lo largo de todo el proceso, vayan generando mandatos constituyentes con capacidad de incidir en el debate general. Propuestas como la Asamblea Popular Constituyente lanzada en Plaza Dignidad el 15 de noviembre en la que ya se encuentran trabajando decenas de organizaciones sociales o encuentros programáticos como los que ha impulsado en los últimos años la Coordinadora Feminista 8M van en esa línea.

Pero la posibilidad de concretar transformaciones estructurales y lograr avances que superen los límites impuestos por los partidos que han gestionado la precarización de la vida, no se jugará solamente en la amplitud y coherencia de los programas que se logren consensuar en instancias democráticas de base, pues aunque un número significativo de constituyentes se comprometa a canalizar dichas demandas, la historia reciente nos demuestra que la principal garantía que tienen los pueblos para que su voz sea escuchada, es presionar directamente a través de la movilización social y a partir de sus propias fuerzas, a quiénes ostentan el poder. Y en un año que seguirá marcado por la pandemia, tendremos que continuar imaginando nuevas formas que nos permitan sostener dicha fuerza de las calles.

Autor/a

Psicóloga, especializada en temas de infancia

Autor/a

Médico Hospital San Juan de Dios.
Activista en Movimiento Salud para Tod@s

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