Nueva Democracia: La arremetida ideológica, hacia una disputa programática

en Coyuntura

El ciclo de luchas de distintos sectores populares contra el modelo neoliberal y su hegemonía, que se abre el año 2006 y toma fuerza el 2011, dio origen a un proceso de reconfiguración del sistema político que este último año ha adquirido especial fuerza, posibilitando el surgimiento de un nuevo conglomerado político-social. Este busca constituirse en una alternativa al duopolio conformado por la Derecha y la Nueva Mayoría, a fin de superar el modelo heredado de la dictadura y construir una sociedad de derechos para el pueblo de Chile. Esta es la tarea mínima que nos hemos propuesto quienes hemos decidido ser partícipes de las transformaciones que Chile necesita.

Con este escenario de fondo, enfrentamos un próximo período presidencial que estará marcado por grandes definiciones respecto del cuestionamiento al neoliberalismo por el movimiento social en el ciclo 2006-2013, y el proceso de reformas que inició el gobierno de Bachelet para intentar darle respuesta y contención. En torno de dichas definiciones es que se está reordenando el sistema político, con cuatro tendencias más o menos establecidas: en primer lugar, el pacto llamado “Fuerza de Mayoría”, que levanta la candidatura de Alejandro Guillier, busca darle continuidad y eventualmente “profundizar”, en un sentido bastante ambiguo, las reformas impulsadas por el gobierno de Michelle Bachelet. Por su parte, la Democracia Cristiana  –que por primera vez corre sola en la contienda electoral, en una clara señal de tensión con los sectores más progresistas de la Nueva Mayoría–, aspira a mantener el espacio de “centro” que ocupó durante toda la “transición” y supeditar cualquier reforma a acuerdos dentro del duopolio. El Frente Amplio, a su vez, apuesta por realizar transformaciones estructurales que eliminen, y no sólo “parchen”, pilares del modelo neoliberal. Y la derecha, finalmente, apuesta por una ofensiva ideológica que busca instalar un ideario de profundización neoliberal, poniendo freno a las reformas iniciadas por la Nueva Mayoría y eventualmente dando marcha atrás en algunas de ellas. Esta ofensiva es parte de una estrategia latinoamericana que ha generado una reconfiguración del escenario continental, golpeando desde diversas trincheras los avances, más o menos profundos según los países, en materia de derechos políticos y sociales llevados a cabo por los gobiernos denominados progresistas. Tal es el caso de las últimas elecciones parlamentarias en Argentina, donde el conglomerado del actual presidente Mauricio Macri ganó la mayoría del parlamento, dejándolo con amplios poderes para seguir impulsando las reformas neoliberales iniciadas apenas asumido el gobierno. Otros hitos de esta ofensiva continental los constituyen el golpe “blando” en Brasil, que destituyó a la presidenta Dilma Rousseff, y la ofensiva desestabilizadora contra la República Bolivariana de Venezuela, que suma a la derecha continental y EEUU el apoyo de la Unión Europea, entre otros.

Un ejemplo claro de esta arremetida la podemos encontrar en la propuesta programática del abanderado de la derecha Sebastian Piñera  en materia de empleo, siendo su eje prioritario el fortalecimiento de la flexibilidad laboral, desde dos aristas: la instalación de la “flexiseguridad” y de los “pactos individuales de adaptabilidad laboral”. La primera arista se refiere a la unión entre flexibilidad laboral y seguridad social, la que permitiría fortalecer el despido de trabajadores/as, atentando contra la estabilidad laboral y sus derechos, buscando que los propios trabajadores/as asuman este costo mediante el aumento de sus impuestos y el cobro al Estado de altas sumas de dinero para garantizar su seguridad social. La segunda arista apuesta a modificar derechos laborales, entendidos históricamente como irrenunciables, de forma individual, abriendo la puerta a mayores abusos por parte de los empleadores hacia sus trabajadores, por encontrarse éstos totalmente desprovistos de sus derechos más básicos. En este sentido, si bien la reforma laboral de la Nueva Mayoría no presenta los avances necesarios para permitir al mundo de los trabajadores desprenderse de las lógicas implementadas mediante el Plan Laboral de la dictadura, y en algunos sentidos es altamente regresiva (servicios mínimos), el ejercicio de la derecha con Piñera se presenta como una profundización radical del modelo neoliberal del trabajo, mostrándose publicitariamente como la condición de posibilidad de la generación de empleos y del crecimiento económico, buscando así su legitimación por parte de las mayorías.

Sumando elementos a la propuesta, debemos indicar que el actual gobierno gana las elecciones el año 2013 con una propuesta programática que busca hacerse cargo de las demandas sociales levantadas entre 2011 y 2013, pero despojadas de su potencial rupturista respecto del modelo neoliberal y con exclusión del movimiento social en su discusión, para volver a colocar el eje político en el parlamento y sacarlo de la “calle”. Los principales ejes del programa de la Nueva Mayoría eran la Reforma Tributaria, Educación Gratuita, Nueva Constitución y Reforma Laboral; a ello se sumaron otras como el fin del sistema electoral binominal y la Ley de aborto terapéutico en tres causales. Estas reformas se limitaron dentro de los marcos del modelo neoliberal, puesto que la Concertación no pretende realizar transformaciones radicales en nuestra sociedad, y puesto también que la Democracia Cristiana constituyó en su interior la principal oposición a los ya tibios proyectos de reforma presentados por el ejecutivo.Por otro lado, la derecha, que estaba muy debilitada al inicio del gobierno, ejerció una oposición implacable a las reformas presentadas por el gobierno, hasta en los casos donde se logró avanzar –como fue la aprobación de proyecto de Aborto de tres causales– acudiendo al Tribunal Constitucional, instancia que actúa finalmente como una tercera cámara.

Es en este contexto que constituimos el Frente Amplio, porque comprendimos que para lograr los cambios que Chile necesita debíamos ocupar todas las trincheras de lucha, siendo una de ellas la disputa institucional, presentando en ese marco a nuestra candidata presidencial Beatriz Sánchez y una lista de candidatos parlamentarios y Cores a lo largo de todo Chile. Nuestra propuesta general aborda la profundización de la democracia, terminando con las restricciones que la Constitución Pinochet-Lagos supone para la soberanía popular; avanzar en un nuevo modelo de desarrollo y asegurar que la educación, la vivienda, la salud y la previsión sean derechos garantizados por el Estado. Por lo tanto, no nos encontramos en la misma línea que ha marcado la Nueva Mayoría en términos de concepción del aparato de reformas para el país, pero para poder avanzar en nuestras posiciones, debemos ser capaces de proyectar el escenario que enfrentaremos después del 19 de noviembre.

Nuestras propuestas programáticas han tenido una excelente recepción de la ciudadanía, lo que se ha reflejado en el positivo posicionamiento público que nuestra abanderada presidencial fue logrando en su proceso de campaña. Sin embargo, habiendo otros factores en juego, existe la posibilidad de que Beatriz Sánchez no pase a segunda vuelta; esto nos obliga a abrir el debate al interior del Frente Amplio sobre la actitud política para enfrentar esa coyuntura. ¿Cómo debemos actuar frente a este escenario?, La táctica dependerá, en gran medida, de los resultados generales de la elección presidencial y parlamentaria y, dentro de ellos, los del Frente Amplio en relación al resto de las fuerzas políticas. Nuestras principales cartas serán la cantidad de parlamentarios que logremos instalar en el parlamento y la cantidad de votos que logre nuestra candidata presidencial, que representarán la correlación de fuerzas con que nos presentaremos este próximo período presidencial en el plano institucional, y el marco de posibilidades de acción que tendrá nuestra bancada parlamentaria en el ciclo que continúa. No obstante, estos resultados son sólo uno de los datos políticos para la eventual coyuntura de segunda vuelta; debemos fijar una posición frente a este escenario poniendo en el centro del programa del FA y las medidas mínimas para avanzar en la democratización de Chile y en demandas populares sentidas, pero pensadas en un marco estratégico que considere el fortalecimiento de la estructura social en base a la recuperación de nuestros derechos, permitiendo así perspectivar a largo plazo una alternativa política real a los marcos hegemónicos actuales.

En ese sentido, realizo un llamado al FA a tener una posición unitaria para enfrentar la segunda vuelta presidencial, proponiendo para ello comenzar a abordar eventuales conversaciones con la Nueva Mayoría, sobre la base de cuatro elementos programáticos mínimos: Asamblea Constituyente, Reforma al Sistema de Salud, Negociación Ramal, y Fin a las AFP, lo que no significa adherirse a la estructura proyectiva de reformas de la NM, sino realizar un acuerdo focalizado que respondería tanto a la ya mencionada ofensiva ideológica de la derecha, como a tensionar y desviar el eje de reformas propuestas por la Nueva Mayoría hacia las nuestras. Hay que tener la claridad de que seremos oposición tanto en un gobierno de Piñera como de Guiller, pero entendemos también que un eventual gobierno de Piñera no puede limitarnos a la mera defensa del legado de Bachelet, sino que debemos profundizar las demandas enarboladas por los movimientos sociales. Tampoco buscamos cargos en el aparato estatal, ni mucho menos replicar el gesto del Partido Comunista de integrarse a la Nueva Mayoría, desarticulando el pacto en el que se encontraban, a costa de sacrificar su capital de fuerza social ni de movilizaciones, sino más bien, de tomar con responsabilidad el efecto de nuestras decisiones para la población, priorizando avanzar en mejores condiciones de vida para nuestro pueblo. Pensar en la posibilidad real de que el Frente Amplio sea en un futuro una alternativa gobierno para el país debe tener en consideración el acercamiento de fuerzas progresistas que hoy se encuentran subordinadas en el modelo de gobernabilidad neoliberal de la Nueva Mayoría.

Por ello, invito a quienes constituirán nuestra bancada Frenteamplista a analizar el escenario político que se configurará pos 19 de noviembre. El rol que ustedes podrán ejercer al interior del Frente Amplio para nuestra decisión de segunda vuelta será crucial, porque representan la fuerza real con la que contaremos desde el plano institucional, en el próximo periodo presidencial.

Autor/a

Militante de Nueva Democracia

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