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Cinzia Arruzza: “No podemos liberarnos a nosotras y a nuestras relaciones en este tipo de sociedad”

en Debate

Esta entrevista a la activista e intelectual italiana Cinzia Arruzza se desarrolló en Buenos Aires, en el marco del Primer Foro Latinoamericano de Pensamiento Crítico realizado en el mes de octubre de 2018. Ante la próxima visita de Cinzia Arruzza a Chile, hecha posible por las gestiones del Grupo de Estudios Feministas y el Centro de Investigaciones Estéticas Latinoamericanas de la Universidad de Chile, nos parece importante poder hacer circular estas discusiones y hacer también el llamado a participar de las distintas actividades en las que se hará presente la autora de Las Sin Parte y Reflexiones Degeneradas.
En el marco de su visita, el día viernes 22 de marzo a las 18:30 hrs, en la Facultad de Artes Centro de la Universidad de Chile, se realizará el lanzamiento del “Manifiesto por un Feminismo para el 99%”, escrito por Cinzia Arruzza, Nancy Fraser y Tithi Bhattacharya.

Asimismo, dejamos a disposición la versión digital del Dossier “Género y Capitalismo: Debate en torno a Reflexiones Degeneradas”, traducido, editado y publicado por el Grupo de Estudios Feministas y liberado en el contexto de las movilizaciones feministas recientes en Chile.

¿Cómo y empujada por qué necesidad llegaste a escribir Reflexiones Degeneradas?

Bueno, escribí Reflexiones Degeneradas en italiano originalmente, y lo escribí para activistas italianas. La razón fue que estaba insatisfecha con los análisis de la relación entre la opresión de la mujer y el capitalismo, que la entendían como una relación entre dos sistemas separados. Pensé que, por ejemplo, el trabajo de Lise Vogel, de inicios de los 80, desde una teoría unitaria, nos proveía, en realidad, de un abordaje mucho más poderoso, dado por la forma en que muestra que la opresión de la mujer se ha transformado bajo el capitalismo, mientras que ha sido también internalizada por el capitalismo como una parte constitutiva de la forma en que funciona la acumulación capitalista.

La razón por la que quise insistir en esto y presentar lo que era la teoría unitaria, es que pensé que esto tiene consecuencias políticas muy relevantes, no en el sentido de que “si es que superamos el capitalismo…”, tú sabes, la historia de siempre: “si es que nos libramos del capitalismo eso va solucionar todos los problemas, no necesitamos del movimiento feminista, sólo la lucha de clases…”. Esta no es la dirección en la que yo quería ir, pero lo que quería decir es que si nos tomamos en serio el problema de las mujeres y de la liberación sexual, entonces el problema del capitalismo se vuelve inevitable. No podemos liberarnos a nosotras y nuestras relaciones en este tipo de sociedad, y quería mostrar por qué: cuál es la necesidad de la opresión de las mujeres bajo el capitalismo.

Esto, nuevamente, no quiere decir que entonces sea suficiente con luchar contra el capitalismo, porque el problema es ¿Cómo luchas contra el capitalismo? ¿Sobre la base de qué demandas y que tipo de sociedad alternativa quieres construir? Porque por supuesto puedes luchar contra el capitalismo y arribar a algo que es igualmente… no igualmente opresivo, pero igualmente opresivo para las mujeres y las personas racializadas, no hay garantías de que no vaya a ser el caso. Pero lo que quiero decir es que en muchos casos necesitamos luchar contra el capitalismo si queremos la liberación de las mujeres, no hay atajos ahí.

¿Y crees que fue útil en ese sentido?

¿Las reflexiones? ¡Espero que sí! (ríe) Fueron traducidas en muchos idiomas, francés, inglés, español y luego, no sé, en croata… circularon mucho, lo que creo significa que fueron útiles. No eran particularmente originales, sino que creo que lo que lograron hacer fue presentar de un modo muy claro y accesible algunos debates que eran en su mayoría viejos debates de los 70 y 80, que presenté nuevamente pero también explicando los núcleos de estos debates, haciéndolo de modo que fuera accesible para las personas en general, no académicas. Así que creo que por eso funcionaron.

Sabiendo que en Chile el problema de las identidades y su vínculo con una política universalista ha sido un punto de tensión, en términos de los lugares autorizados para hablar de una política transformadora, y que también lo es en lugares como Estados Unidos ¿Cómo te aproximas a este debate?

Hay un libro reciente de Asad Haider, que se llama Mistaken Identity, que creo que plantea una crítica antirracista muy inteligente a las políticas de la identidad, y a los problemas que una política de la identidad puede causar, en particular en términos de división de la lucha, especialmente al vincular las posiciones políticas de las personas a las identidades que se les presumen (como la identidad étnica, entre otras). Desde este punto de vista, cuando hablamos de “feminismo europeo” o “feminismo blanco”, ¿Nos referimos al color de la piel del autor, o nos estamos refiriendo al contenido o, en otras palabras, a su posición política, a su tipo de análisis? Creo que las dos cosas son muy distintas. Uno puede venir de Europa, pero escribir textos feministas que no son feminismo blanco, en ese sentido, porque toman un análisis fuertemente antirracista, como prioridad y no como un asunto marginal. Desde este punto de vista, ha habido un poco de peligro al cristalizar identidades y especialmente al confundir los procesos de subjetivación política con una identidad que descansa en el color de la piel, o en los órganos sexuales, o en tu geografía, etc. Yo creo que eso no ha llevado a nada, de hecho creo que ha llevado a enormes dificultades en términos de la organización de la izquierda.

Y también puede ser fácilmente utilizado por el otro lado. Sólo para dar un ejemplo, en 2016, durante la campaña electoral [en Estados Unidos] se movilizó cierto tipo de política de la identidad en apoyo a Hillary Clinton. De modo que todos quienes podían criticarla desde la izquierda, era acusados de hacerlo porque eran misóginos, sexistas, y etc., como si la identidad de Clinton como mujer, y entendido realmente como cierta coherencia entre el género y los órganos sexuales y todo, fuera la base de la política, y se reflejara en su política. Y si tú eras feminista tenías que apoyarla, ¿por qué? porque tenía vagina. Ese era realmente, seriamente, el punto. Entonces era una idea muy peligrosa (que la identidad tendría que ser el foco de las decisiones políticas y de la organización política), porque la dirección en la que puede ir es que si criticas a alguien como Hillary Clinton desde la izquierda, automáticamente te conviertes en alguien sexista. Si eres mujer, entonces es que te vendiste al patriarcado, estás manipulada por el patriarcado porque no apoyas a la primera mujer candidata a la presidencia de los Estados Unidos. Pero no, gracias, a mí me importa la posición política, la biografía política de las personas, no sus órganos sexuales o su raza.

En cuanto al universalismo, el trabajo que traté de hacer fue recuperar una noción de universalismo que no hace abstracción de las diferencias sino que es la combinación de esas diferencias. Ha habido una tendencia a entender el universalismo como la abstracción de todas las desigualdades. De modo que a fin de participar de una política universalista, por ejemplo por la unidad de la clase trabajadora, tenías que abandonar tus demandas feministas, o tus demandas antirracistas. Porque la idea era que tenías que identificarte con este tipo de universal abstracto que era la clase trabajadora, una suerte de entidad metafísica que no tenía género, ni clase, ni ubicación geográfica, y que era homogénea. Una clase trabajadora que no tenía ninguna diferenciación en su interior. Por supuesto que esta es una fantasía, es pensamiento metafísico: la clase trabajadora no existe de ese modo, la clase trabajadora es gente, y por supuesto la gente está puesta en posiciones distintas al interior de las relaciones de producción, y claramente hay una forma específica en la cual las personas racializadas, por ejemplo, experimentan la explotación: no es un simplemente un asunto de que el salario sea menor o estar forzadas a hacer ciertos trabajos y ser excluidas de otros, la misma experiencia vivida de su explotación está claramente formada por la racialización. De la misma forma ocurre con el género. De modo que para crear realmente políticas universalistas no puedes hacer abstracción de todas estas cosas y apelar a una suerte de fantasía de la clase trabajadora desde las letras del Capital, tienes que empezar desde las experiencias concretas de la gente, y esa experiencia está hecha de todas estas inequidades, y también del conflicto entre los trabajadores, los desempleados, porque claramente los trabajadores también son racistas y sexistas, esa es la realidad. Entonces, ¿Cómo lidias con ella? ¿Pretendes que no existe o articulas una lucha universalista que haga claro que estas divisiones están presentes, que estas inequidades están presentes y que la única forma de superarlas es tomarlas en serio y luego articular nuestras demandas y nuestras formas organizacionales de modos que aborden estas diferencias y estos posibles conflictos? Entonces esa era la idea, un universalismo hecho de múltiples diferencias, no una fantasía.

¿Qué crees se abre con las Huelgas Feministas del 8M, y qué pasos tendríamos que intentar dar como clase para sacar el mayor provecho político de esta posibilidad que estamos abriendo, y para desplegar la potencia que esto está generando? Es decir, ¿Qué crees que viene después de esta apuesta que es la Huelga, en términos de una lucha anticapitalista?

Bueno, esa es de hecho la pregunta en términos de que llevamos más de dos años de movimiento internacional feminista, y esta es claramente una nueva ola feminista. La ola feminista está expandiéndose a nuevos países (vemos, por ejemplo, las movilizaciones contra Bolsonaro en Brasil), pero tenemos un par de problemas que deberíamos discutir en términos de estrategia. La primera es la consolidación de una coordinación internacional. El movimiento feminista es el único movimiento que tiene, hoy, una forma de coordinación internacional, que es capaz de llamar a jornadas internacionales de acción, huelgas de mujeres, etc. En Latinoamérica ustedes tienen algunas formas de coordinación a nivel continental, pero más allá de un grupo de facebook, el movimiento feminista a nivel global no tiene un nivel de coordinación, y yo creo que debemos construirla. Una forma de hacerlo sería enfrentar estos desafíos intentando organizar un Foro Intercontinental del Movimiento Feminista. He dicho esto durante un año, pero cada vez que lo digo, “deberíamos levantar un Foro Intercontinental”, la gente me mira como si estuviera loca. Porque, por supuesto, es difícil de hacer, y necesitas los recursos y todo, pero yo creo que también tiene que ver con cierta internalización de las mujeres de una condición de minoría política, de modo que esto parece una tarea demasiado complicada, pero ¿Por qué debería serlo? ¡Mira lo que hicimos en los últimos dos años! El movimiento feminista es en este momento, a un nivel internacional, el único movimiento internacional que está oponiéndose al neoliberalismo, a la extrema derecha, a las políticas de austeridad, etc. Entonces creo que no deberíamos tener miedo plantearnos ese desafío. Mi primera propuesta sería: luego del próximo 8 de marzo, trabajemos juntas en organizar un gran foro internacional del movimiento feminista. ¿Por qué no? Y también que intentemos consolidar una coordinación internacional del movimiento. Porque ese será el espacio en el que podremos tener discusiones estratégicas acerca, precisamente, de qué haremos después de la huelga, qué viene después. Pero necesitamos un espacio en el que discutir estos asuntos.

La segunda cuestión es que, por supuesto, hay una gran diferencia entre estos movimientos y las olas feministas previas. La gran diferencia está en que hoy [el feminismo] es el único movimiento, a nivel internacional, mientras que las olas feministas previas tuvieron lugar entre movilizaciones mucho más grandes: entre el nacimiento y consolidación del movimiento obrero, luego entre la nueva izquierda y las luchas anticoloniales, de modo que estamos en una situación muy distinta, en que de cierta forma sí tenemos la tarea de ‘ser universales’.

Recientemente escribí un artículo que saldrá en Vientosur en un par de semanas, intentando argumentar que este movimiento feminista es el nuevo movimiento de clase. En otras palabras, es el movimiento que está recreando la clase y la lucha de clases en un nivel internacional. Por supuesto que esto trae muchos problemas porque significa, primero que todo, que nuestra tarea es mucho más difícil. No somos una parcialidad al interior de una organización o activación de la clase, somos las que estamos reagrupando la lucha de clases, hacemos el trabajo de reunir las distintas organizaciones en movimientos que tienen una política de clase. Y esto requerirá de una conversación seria desde los distintos movimientos, en un nivel nacional pero también internacional, acerca de qué hacer ahora, cómo ampliarnos. La aspiración debiera ser lo que Verónica Gago llama “transversalidad”: el movimiento debiera expandirse a toda la sociedad. No es un movimiento de un sector de la sociedad, es un movimiento de toda la sociedad.

En esa línea, ¿Cuál es el sentido que ha tenido para ustedes la apuesta de lo que han llamado un “feminismo para el 99%”?

Primero que todo, para explicar: junto a Nancy Fraser y Tithi Bhattacharya escribimos un manifiesto del “Feminismo para el 99%”. De modo que, primero que todo, la consigna: ocupamos el slogan de Occupy Wallstreet, con un giro, pues no llamamos a este un feminismo “del 99%” sino “para el 99%”. ¿Por qué lo hacemos? Porque entendemos este movimiento feminista como un movimiento de clase. De modo que no es que sea el 99% de la población, sino que es más pequeño que eso. Al mismo tiempo, también queremos decir, como Marx solía hacerlo: la clase trabajadora lucha para toda la humanidad, por todas las causas. Su propia liberación es la liberación de todos. De modo que en este sentido es un feminismo para el 99%. Es otra forma de decir: un feminismo universalista. Pero, nuevamente, es un feminismo universalista que se posiciona desde una posición clase, lo que implica un análisis de clase del capitalismo, de la forma en que el capitalismo produce la opresión de género y contribuye a sentar las condiciones de la violencia de género.

Lo que buscamos hacer con este manifiesto es expresar una crítica muy fuerte al feminismo liberal: un feminismo que predica sobre la emancipación individual (el G20 por ejemplo, que tuvo lugar a comienzos del mes acá en Buenos Aires), en que el emprendimiento y el pequeño endeudamiento son la solución para el empoderamiento de las mujeres. Pero también tenemos presente el feminismo liberal de Sandberg, la CEO de Facebook, Hillary Clinton, etc. Tenemos una crítica muy fuerte de esto, y el análisis que planteamos en el manifiesto es de este tipo: en este momento se nos confronta con dos opciones principales. A un lado está el ascenso de la extrema derecha, neotradicionalistas, que en todas partes tiene -y esto es una constante-, como puntos centrales tiene el ataque a las libertades de las mujeres, a las personas transgénero, a derechos de la comunidad gay. Pero en realidad, el ataque a la determinación de las mujeres y el ataque a las personas trans son realmente los dos factores claves para esta extrema derecha en alza.

Por un lado tenemos el alza de la derecha, y por otro tenemos lo que llamamos “neoliberalismo progresista”, un neoliberalismo que usa la máscara del progresismo, en el sentido de ser ‘progay’, ‘promujeres’, Syllicon Valley, etc. Lo que queremos decir con el manifiesto es denunciar estas opciones: en otras palabras, no nos gusta el menú y no creemos que estas deban ser las únicas opciones en el menú, porque no creemos que el progresismo neoliberal sea la respuesta ante el alza de la derecha, sino que creemos que esto es lo que produjo e hizo posible el alza de la derecha. Por supuesto que sabemos que no son lo mismo, claramente Obama y Trump no son lo mismo, pero al mismo tiempo, cuando hablamos acerca de cómo es que ganó Trump y que ahora es presidente, debemos preguntarnos cómo fue eso posible luego de 8 años de presidencia de Obama. Esto claramente dice algo del proyecto del neoliberalismo, sus fallas y cómo esto mismo produjo las condiciones para el alza de la derecha. Lo mismo se aplica para la Unión Europea: el europeanismo de los principales partidos capitalistas produce un anti-europeanismo como reacción, pero ¿Por qué? Porque se asocia a la Unión Europea con la austeridad y los ataques sobre los trabajadores y las condiciones laborales, etc. Estos no son dos proyectos alternativos: son dos proyectos capitalistas, que son distintos pero se habilitan el uno al otro, de modo que tenemos que rechazar ambos. Ese es el mensaje político que el manifiesto intenta entregar.

Autor/a

Cinzia Arruzza es profesora de Filosofía en la New School for Social Research de Nueva York, feminista y militante socialista. Autora del libro 'Las sin parte: matrimonios y divorcios entre marxismo y feminismo' (Sylone, 2016).

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