Diego Rivera - 1928 - El Arsenal

Capturar el momento: cinco tesis sobre desarrollo militante

en Teoría

Publicado en Viewpoint Magazine el 21 de septiembre, 2020
Traducción para Posiciones de Felipe Lagos Rojas

Los antiguos griegos tenían dos nociones de tiempo: kronos y kairos. El primero marcaba la marcha linear y progresiva del tiempo sin novedades. El segundo, en tanto, señalaba la cualidad momentánea que a veces asume el tiempo: el ritmo en el cual se cuenta mejor una buena historia, cuándo dejar al oyente en suspenso, y el instante en el que se lanza esa frase culminante para causarle el impacto mas grande posible. Denota una ventana de oportunidades que es susceptible de desaparecer antes que nos demos cuenta de que ya se ha ido, quizás para siempre.

Debiese ser evidente que estamos precisamente en esa coyuntura. Estamos confrontados a un momento de importancia histórica imposible, donde las decisiones que tomamos y las posibilidades que asumimos o no asumimos definirán la forma que adoptará nuestro mañana. Este momento ha sido producido por las crisis superpuestas del neoliberalismo, la reproducción social, la catástrofe climática y la pandemia del coronavirus, las que se han articulado y fusionado en una crisis combinada de insospechadas proporciones. En tanto esta crisis objetiva se mantenga irresuelta, se nos presenta una oportunidad revolucionaria, pero debemos organizarnos en una fuerza subjetiva capaz de aprovecharla.

Al escribir acerca del dilema que enfrentaba la izquierda en Rusia en medio de la crisis de la autoridad zarista en 1917, Sheila Fitzpatrick ilustra el peso de esa tarea histórica:

En junio, en el Primer Congreso de los Soviets, un orador preguntó retóricamente si acaso algún partido político estaba preparado para asumir por su cuenta las responsabilidades del poder, asumiendo que la respuesta era negativa. “Ese partido existe!”, exclamó Lenin. Pero para la mayoría de los delegados, sonó más a una bravata que a una recusación seria.

Por supuesto, la historia probaría otra cosa.

La pregunta que enfrentamos hoy, careciendo de aparatos partidarios organizados con experiencia, tamaño o conexión con una base de masa comparable, es cómo podemos prepararnos óptimamente para asumir las necesidades de nuestra tarea histórica. Mientras que desde los comienzos de la crisis del neoliberalismo se han constituido fuerzas políticas y fuerzas organizacionales de la nueva izquierda, ¿cómo podemos facilitar la estabilización, la fortaleza, y las capacidades de estas organizaciones en medio de una crisis en aceleración?

Para este fin, propongo un conjunto de cinco tesis que espero nos ayuden a avanzar para que seamos capaces de hacerlo.

Tesis 1: El problema de la organización es una tarea central que enfrenta hoy la militancia

El problema entre manos es la organización de una fuerza subjetiva coherente capaz de forjar un camino socialista a partir de este interregno. Sin duda, la cuestión de la organización ha sido objeto de grandes debates desde la emergencia de la política socialista, y ha asumido una nueva significación desde el nuevo ciclo de luchas anunciado por el movimiento en las plazas. Esto quiere decir que este ciclo de luchas ha estado definido, al menos parcialmente, por una evaluación más sobria del horizontalismo organizacional estricto y rígido y una exploración complementaria de formas más masivas de organización, que incluyen pero que no se limitan a los partidos y sindicatos.

Esto es evidente en el movimiento de distanciarse de los discursos de espontaneidad y falta de organización y acercarse a los de organizar y organización. Si alguna vez todos nos encontramos en compañía de “activistas”, hoy estamos crecientemente rodeados de compañeros que se consideran a si mismos organizadores. Este movimiento discursivo ha sido acompañado por un nuevo repertorio de practicas engranadas no tanto en la acción directa, sino en la construcción de organización. No es que la acción directa haya sido abandonada, sino más bien que hay tareas adicionales que han resultado claves para construir formas mas significativas y políticamente efectivas de acción directa. Para este fin, los organizadores están explorando prácticas orientadas hacia los desorganizados, algo que necesariamente conlleva un número de problemas de alcance, desarrollo de liderazgos y construcción de confianza, tomas de decisión y evaluación organizacional, resolución de conflictos, y otros similares. Allí donde alguna vez el problema primario giraba en torno a la planificación de eventos, ahora el problema es fundamentalmente de construcción de organización.

Alyssa Battistoni ha iluminado el proceso doloroso, pero fundamentalmente transformativo, a través del que esta generación de militantes está llegando a ser una generación de organizadores. Los problemas y juicios enumerados por Battistoni no son realmente son nuevos; son la realidad de todos los militantes que intentan dar el salto y transformarse en masa organizada y capaz de asumir un objetivo histórico, algo que se hace difícil en tanto abandonamos las subjetividades neoliberales individualizadas y alienadas en las que hemos sido moldeados, en tanto intentamos devenir colectivos y organizados. De esta forma, enfrentamos un problema generacional relacionado específicamente con el conocimiento y las habilidades. Esto es, queremos llegar a organizarnos, pero la vasta mayoría de nosotros simplemente no sabe cómo y carece de habilidades. Sin duda hay militantes en nuestras filas que han desarrollado estas habilidades, pero esto permanece en gran medida atrapado en las mentes de individuos aislados.

Tesis 2: Un problema clave que enfrenta la militancia socialista es la cuestión del conocimiento combativo-organizacional.

Indagaciones a través de numerosos contextos locales revelan que los militantes batallan por mantener organizaciones permanentes, resilientes y duraderas. Y esto es así a pesar de las formas particulares a través de las que se mueven y desarrollan. Sea luchando por formar colectivos autónomos o mediante sindicatos de estudiantes de posgrado, los organizadores militantes luchan por organizar efectivamente: aumentar los miembros de nuestras filas; desarrollar formas significativas para comprometer a compañeros trabajadores y construir capacidades; desarrollar procedimientos dialógicos que permitan a los miembros a comprometerse, de manera conjunta, unos con otros, con sus problemas y sus deseos; transformar el producto de estos compromisos dialógicos en demandas y propuestas políticas que puedan brindar un mayor control sobre la (re)producción; desarrollar campañas transformadoras y diseñarlas de modo tal que profundicen el poder sistémico y organizacional; desarrollar estructuras que reproduzcan las capacidades de los militantes; forjar prácticas que reúnan a la gente a través de sus diferencias y que medien los conflictos que se manifiestan sobre la base de esas diferencias; y desarrollar mecanismos organizacionales para asegurar que si nos tocan a uno nos tocan a todos, no importa cuán pequeño ese “uno” sea relativo a ese “todos”.

En diversos contextos políticos, los militantes encuentran por lo general un campo de conocimientos que es principalmente de carácter práctico y metodológico, pero que usualmente no logra desarrollar o circular al interior de procesos organizacionales locales. En un caso particular que pude observar, este problema surgió cuando estalló una divisiva disputa sobre si debíamos hacer “organización” o no dentro de las corrientes del núcleo organizacional de mi sindicato de estudiantes de posgrado. Por supuesto, en la medida en que todos estábamos intentando aunar nuestra fuerza de trabajo y coordinar su uso, estábamos de hecho organizando. Y todos estábamos clamando por hacer “organización”, en la medida en que significaba “esa cosa que hace que tú seas más y no menos efectivo”. No obstante, para algunos (yo mismo incluido) quedó rápidamente claro que no teníamos idea qué era esa cosa: un repertorio de prácticas y una caja de herramientas de conocimientos. Cuando comenzábamos a “organizar”, no teníamos idea cómo llegar a eso. No sabíamos qué hacer. Organizar significa escuchar a nuestros compañeros, pero ¿cómo? Significa identificar problemas que sean significativos para las luchas de los militantes de base, pero ¿cómo? Significa construir alianzas, pero ¿cómo? Y así.

¿Qué es lo que esto deja en claro? Para comenzar, que querer organizar no significa que uno sepa cómo hacerlo. El desarrollo de los complejos aparatos que demanda un escenario revolucionario requiere de organizadores, pero en particular de organizadores que hayan desarrollado cualidades específicas y que posean ciertos conocimientos. Es más, no importa la ubicación que uno tenga en relación con una porción de poder, o la sofisticación teórica, pues uno igualmente puede carecer de este otro conocimiento de carácter combativo-organizacional.

En otras palabras, la experiencia local de explotación, opresión y dominación –un conocimiento situado– no crea automáticamente una capacidad política efectiva. Y, del mismo modo, el despliegue de un análisis teórico particular para desmadejar los datos provistos por la experiencia situada para así conceptualizar relaciones y estructuras, desafortunadamente, tampoco nos provee de capacidades políticas.

Esto deja claro que hay una separación en el tipo de conocimiento que llamo conocimiento combativo-organizacional: conocimiento que se relaciona con el conocer prácticas, técnicas y mecanismos que permiten a los trabajadores no solo organizarse a sí mismos en una fuerza de pelea y destrucción, sino que en una fuerza autónoma y creativa capaz de empuñar el control operacional de los medios de producción. Entonces, para el desarrollo del conocimiento combativo-organizacional se requiere algo más. La pregunta que enfrentamos hoy es cómo se puede desarrollar.

Tesis 3: El conocimiento combativo-organizacional puede ser producido a través de la experiencia o la educación. Necesitamos combinarlas de formas que las pongan a prueba en actividades políticas concretas

A riesgo de decir lo obvio, el conocimiento combativo-organizacional puede ser desarrollado de dos formas (o ambas combinadas). Por un lado, los trabajadores organizan el ataque sobre su adversario, sobreviven el ataque, y son capaces de comprometerse constructivamente en una crítica dialógica acerca de los resultados del ataque, aprendiendo así de éste. Por otro lado, pueden ser instruidos.

Por ejemplo: los trabajadores en un lugar de trabajo pueden desarrollar conocimiento combativo-organizacional si se organizan de forma colectiva (digamos, en un sindicato) e intentan incrementar su control operacional sobre las estructuras que constituyen su relación. Este proceso necesariamente toma tiempo, pues como nos recuerdan Offe y Wiesenthal los trabajadores deben desarrollar procedimientos dialógicos que los pongan en asociación. Podemos considerar esos procedimientos dialógicos como procesos, espacios y prácticas comunicativas democráticas que facilitan la deliberación entre trabajadores en la coordinación de la acción colectiva. Siguiendo a Paulo Freire, podemos considerar que estos procedimientos dialógicos están basados en procesos comunicativos que son horizontales en el sentido de que se fundan en la intercomunicación y establecen “relaciones de ‘empatía’ entre dos ‘polos’ que están comprometidos en una búsqueda conjunta”. Estos procedimientos se diferencian de los procedimientos monológicos, que son antidialógicos por cuanto se basan en relaciones verticales y descartan la creación de relaciones empáticas.

De este modo, para desarrollar conocimiento combativo-organizacional los trabajadores deben desarrollar y sostener la infraestructura organizacional para dialogar acerca de los procesos ofensivos, defensivos y reproductivos que llevan a cabo. Más aún, estos trabajadores deben estar dispuestos a evaluar crítica y abiertamente el efecto de esas acciones y procesos, analizándolos en sus partes componentes y trayéndolos al escrutinio de la crítica dialógica colectiva. Este es un necesario proceso experimental de prueba y error, y si funciona, debe resultar en una adaptación.

Una vez más, Freire nos recuerda la necesidad de que los trabajadores no solo “se comprometan a reflexionar sobre su situación concreta” –esto es, el momento del proceso organizacional que combina conocimiento situado y teórico–, sino la necesidad de que aquello se combine con “llamados a la acción” que “constituirán una praxis auténtica sólo si sus consecuencias devienen objeto de reflexión crítica”. Esto es, esencialmente, el proceso de co-investigación que investiga la experiencia situada de los trabajadores, teoriza sus relaciones con el poder e identifica los mecanismos de su posición subordinadas, e intenta liberarse de esa posición.

Sin duda, este proceso de producción toma tiempo y depende de haber sostenido los intereses y la moral de una base social particular de trabajadores para aprender y evaluar de esos encuentros estratégicos. Es más, dado el tiempo que toma, esto demanda relaciones estables y duraderas entre la base social específica de trabajadores y las estructuras a las que se encuentran anclados y contra las que luchan. Por ejemplo, los conductores de buses que permanecen en sus puestos de trabajo en el curso de sus vidas son estructuralmente mucho más aptos para producir esto que, digamos, los estudiantes de posgrado cuya relación con sus escuelas es mucho más momentánea.

La relación entre permanecer juntos (la organización) a lo largo de encuentros estratégicos (el combate) en el tiempo y aprender es una de las lecciones críticas de “El ultraizquierdismo, enfermedad infantil del comunismo” de Lenin. Lenin establece los fundamentos del éxito bolchevique enfatizando la experiencia, la experiencia, la experiencia. ¿Cómo creó el partido una fuerza combativa disciplinada y capaz? A través del desarrollo de una subjetividad trabajadora militante, la capacidad de mantener una conexión firme y duradera con las bases de la clase trabajadora, y la evaluación de la estrategia y la táctica por medio de la experiencia de la lucha. Esta capacidad combativa-organizacional solo fue desarrollada a través de “esfuerzos prolongados y una experiencia duramente ganada”. Su creación fue “facilitada por una correcta teoría revolucionaria, lo cual no es un dogma, sino que asume su forma final únicamente en cercana conexión con la actividad práctica de una verdadera masa y un verdadero momento revolucionario”. Lenin enfatiza “la agonía… experimentada en el curso de medio siglo de tormentos y sacrificios sin paralelo”, el testeo de “todas las visiones programáticas y tácticas” por la acción de las masas, “aprendiendo cómo atacar” y “cómo retroceder en buen orden”, “como trabajar legalmente en los parlamentos más reaccionarios, en los sindicatos más reaccionarios”, etcétera.

Lo que es necesario subrayar, una vez más, es el desarrollo de una “teoría correcta” cosechada a través de los resultados de una practica necesariamente experimental. Este es un punto que Mao repite en su trabado “Sobre la práctica”, en el que las fases iniciales de la lucha de clase están definidas por la pérdida y la derrota. Es solo a través de “las experiencias de batallas ganadas y especialmente de batallas perdidas” que los militantes son capaces “de comprender el hilo interior de la guerra toda, es decir, las leyes de esa guerra específica, de entender su estrategia y sus tácticas, y en consecuencia de dirigir la guerra con confianza”. Fue este énfasis en el experimento y la adaptación –en practicar y corregir, en caminar y mascar chicle, como explicara Fred Hampton– lo que permitió al Partido de las Panteras Negras desarrollar una infraestructura innovadora, como sus famosos programas de desayuno.

¿Estamos condenados a cincuenta años de “prolongado esfuerzo y experiencia duramente ganada” como Lenin y su cohorte? Indudablemente, pero eso no significa que este proceso no se pueda acelerar un poco. Jane McAlevey sostiene que la organización en el lugar de trabajo (lo que podemos considerar como una subsección del conocimiento combativo-organizacional) es “un conjunto completo de habilidades”, un “trabajo completo” que puede ser enseñado. Citando a William Z Foster y su Organizing Methods in the Steel Industry, McAlevey apunta que “los organizadores no saben como organizar por instinto, pero deben ser meticulosamente instruidos”. La historia de la izquierda provee numerosos ejemplos de cómo las infraestructuras organizacionales capaces de poner este conocimiento en circulación pueden ser desarrolladas a través de diferentes formas organizacionales.

Tesis 4: Los órganos e instituciones de conocimiento combativo-organizacional jugaron roles cruciales en ciclos de lucha anteriores. Necesitamos construir los nuestros, articularlos, y adaptar las enseñanzas de acuerdo con las lecciones aprendidas.

Mientras que para Lenin el aparato que desarrolla este conocimiento combativo-organizacional era en sí mismo el Partido, una variedad de formaciones organizacionales han demostrado ser capaces de desarrollar dicho conocimiento. Sin duda, no es el Partido Comunista en singular el que debe desarrollarlo; antes bien, cualquier organización que ha de ser políticamente efectiva tendrá que hacerlo. Como ha elaborado Agustín Guillamón en su historia de los comités de defensa de la CNT en Barcelona durante la Guerra Civil Española, los anarquistas españoles a través de la organización fueron capaces de desarrollar estructuras organizacionales elaboradas y sofisticadas, que fueron establecidas en caso de revolución solo un par de años antes de que estallara la guerra. Dichas estructuras organizacionales incluían procesos en que ciudades enteras fueron divididas en zonas, a las que les fue asignado un comité para mapear no solo a la gente que había allí –mediante la identificación de quienes vivían en las diferentes manzanas tanto como sus afiliaciones políticas e ideológicas–, sino los terrenos físicos que serían de interés en caso de un escenario revolucionario. Lo que vemos aquí es la traducción de métodos de organización de un taller a la ciudad misma, lo que es aún más interesante considerando los orígenes militares de la organización capitalista de los talleres. Los sindicatos, de hecho, son tan capaces como los partidos de crear los procedimientos necesarios para adaptar conocimiento combativo-organizacional para la tarea entre manos.

Mas allá de los partidos y los sindicatos, el ejemplo de la Highlander Folk School en Tennessee durante la Gran Depresión nos brinda otra forma a través de la cual ha sido producido y distribuido un conocimiento combativo-organizacional. Emulando las folk schools populares de Dinamarca de comienzos de siglo, la escuela Highlander buscó entrenar líderes traídos desde las filas de los trabajadores industriales y agrícolas del Sur. Después de mucho ensayo y error, llegó a ser un componente crucial de la infraestructura organizacional en la ecología mas amplia de la lucha de clases en el Sur estadounidense, y un lugar donde surgieron tempranamente impulsos por erradicar la segregación en la educación. De hecho, las dirigencias del Student Nonviolent Coordinating Committee (SNCC) incluía a varios miembros que habían pasado por Highlander, y ellos mismos crearon sus propias infraestructuras para la circulación de conocimiento combativo-organizacional a través del desarrollo de las Escuelas de la Libertad (Freedom Schools).

No obstante, la existencia de una escuela para la construcción de un movimiento no significa que el conocimiento combativo-organizacional haya sido puesto en circulación. Dichos órganos deben ser articulados a procesos del movimiento social. Aldon D. Morris subraya las formas en que la Highlander Folk School funcionó como “casa intermedia” para movimientos sociales, ayudándolos a “desarrollar una batería de recursos para el cambio social tales como avezados activistas, conocimiento táctico, contactos en los medios, talleres, el conocimiento de movimientos pasados, y la visión de una sociedad futura”. Explica que estos “son valiosos para movimientos emergentes en el rápido desarrollo de la organización interna necesaria para comprometerse en una acción colectiva sostenida”. No obstante, en tanto estos movimientos casas intermedias “están solo parcialmente integrados en la sociedad mas amplia”, debido a su “aislamiento relativo de la sociedad en su conjunto y la ausencia de una base de masas”, deben ser enlazados activamente con otros procesos. Es entonces, cuando las organizaciones para la acción política y las organizaciones para el conocimiento combativo-organizacional se articulan, que un proceso de estabilización organizacional y capacidad militante puede ser acelerado.

El punto es que las infraestructuras capaces de producir y circular conocimiento combativo-organizacional son variadas y existen en mayor o menor medida dentro y entre organizaciones. Las organizaciones pueden desarrollar divisiones de trabajo infraestructural para producir y circular el conocimiento internamente mientras otras pueden especializarse en esa función particular y circularlo hacia afuera. Cuando miramos hacia atrás esos momentos de increíble transformación histórica, dichas estructuras han demostrado ser esenciales para el desarrollo de procesos políticos transformadores.

Tesis 5: Los componentes necesarios para crear aparatos de conocimiento combativo-organizacional ya están aquí. Necesitamos articularlos a los recursos compartidos y producir cohortes transnacionales de militantes.

Sin dichas instituciones, estructuras y prácticas explícitas que agrupen datos desde el campo de batalla y lo transformen en conocimiento combativo-organizacional, este aprendizaje no logra circular, y las lecciones de la lucha permanecen atrapadas en las mentes de individuos desconectados. Sin duda, estos individuos juegan un rol en la circulación de luchas “en que formas organizacionales y repertorios de acción similares emergen simultáneamente en muchos contextos distintos”, como nos recuerda Keir Milburn. Los conocimientos y prácticas que la gente trae desde procesos translocales y transnacionales pueden ayudar, y ayudan enormemente, a los procesos locales. Pero las microprácticas y microlecciones de esas luchas, que pertenecen a las complejidades de la organización y los combates políticos, son menos fáciles de circular.

Si vamos a levantarnos con ocasión de nuestro momento histórico, debemos desarrollar dichas estructuras para no depender solo de individuos con habilidades, ni esperar que se desarrollen procesos más extensos. Necesitamos desarrollar instituciones e infraestructuras dedicadas a la producción y circulación de conocimiento combativo-organizacional ahora, y debido al tic tac del reloj del Juicio Final que pende sobre nuestras cabezas, es del todo urgente que articulemos una red coherente e intencional de circulación de conocimiento capaz de sostener esfuerzos para destruir el capital y gestionar colectivamente la sociedad.

La hegemonía ecosocialista es un imperativo epocal si queremos impedir la catástrofe climática. El Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático nos dio hasta el 2030 para disminuir las emisiones de carbono si queremos evitar el colapso planetario –una catástrofe que no ocurre como un evento singular, sino como un largo proceso de calamidad y miseria infligido no solo sobre la humanidad sino sobre los sistemas de vida planetarios en su totalidad–. Podemos ver que esto ya está sucediendo y su impacto más brutal ocurre sobre poblaciones racializadas del Sur Global en particular, y sobre la clase trabajadora más en general. Entre hoy y ese momento, en el contexto de esta crisis articulada, necesitamos desarrollar cohortes de militantes capaces de difundir el conocimiento necesario para aprovechar/tomar/capturar la década, antes de que nos caiga la medianoche.

Desde la perspectiva del conocimiento combativo-organizacional, esto requerirá necesariamente que los vehículos de la clase trabajadora desarrollen los procedimientos e infraestructuras para desarrollar y circular este conocimiento al interior de sus propios miembros así como entre estos vehículos. Al mismo tiempo, en la medida en que nuestra lucha es por controlar y dominar a la burguesía, este conocimiento combativo-organizacional asume también un carácter político y de gestión democrática. Esto es, considera el combate y la organización al nivel específico del barrio o del lugar de trabajo, pero también al nivel de la sociedad y de la clase trabajadora en su totalidad. Para esto, el conocimiento combativo-organizacional debe pertenecer también al terreno de las políticas e instrumentos del estado y la autogestión colectiva, si es que va a contribuir a programas de gestión colectiva, democrática y ecológica empuñados como instrumentos contra la burguesía.

Es decir, todo cocinero posee el potencial para gobernar, pero dada la complejidad de los problemas que enfrentamos esto no significa que todo cocinero tenga ya la capacidad de hacerlo. Para este fin, el imperativo histórico demanda que creemos nuestros propios programas populares de aprendizaje y desarrollo de habilidades, independientes de las academias burguesas y los procesos educativos dedicados a producir élites y trabajadores vocacionalmente competentes. Uno de nuestros muchos trabajos es entonces el de desarrollar y hacer circular capacidades y habilidades, no para que los trabajadores alcancen algún estándar elitista de privilegio o prestigio, sino para que sean capaces de conducir la lucha sin importar el escenario o campo de batalla.

Necesitamos una militancia de calidad, que sea capaz de desarrollar una lucha de clases efectiva, por un lado, y un arte socialista de gobernar que sea funcional y liberatorio, por el otro. Afortunadamente, dichas infraestructuras existen en suspensión virtual; su articulación simplemente necesita ser actualizada. Centros de pensamiento como Autonomy y Common Wealth proveen de herramientas de propuestas políticas que pueden ayudarnos a reimaginar como será la organización y la gobernabilidad de la izquierda social. Mientras tanto, instituciones como la Fundación Rosa Luxemburg y la European Community Organizing Newtork están siendo cruciales en la diseminación y la circulación de conocimiento combativo-organizacional alrededor del globo. Escuelas de movimiento como Training for Change en Filadelfia y Tools for Change en Toronto ya juegan roles activos en la formación de militantes, mientras que la New Economy Organizers Network muestra el valor que tiene la formación a la hora de preparar militantes para comprometerse en medioambientes hostiles. Organizaciones de masas como Democratic Socialists of America (DSA), Die Linke, y Momentum ya han construido asombrosas bases con aspiraciones transformadoras. Al mismo tiempo, redes como Symbiosis y la Internacional Progresista reúnen organizaciones políticas y medios de prensa.

Ya tenemos un vasto fondo de fuerza de trabajo y capacidades; es cosa de recombinar los elementos ya existentes y de experimentar para ver si esta recombinación puede ser actualizada hacia los fines que demanda esta coyuntura.

Autor/a
Daniel Gutiérrez

Miembro de DIE LINKE y CounterPower/ContraPoder, y cofundador de Werkstatt für Bewegungsbildung.  A través de su trabajo en la Werkstatt, capacita a trabajadores y trabajadoras en las artes y ciencias de la lucha social. Es candidato doctoral en la Freie Universität Berlin, sus estudios se enfocan generalmente en la organización, el poder, y la estrategia de la clase trabajadora.

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